Durante los primeros años de matrimonio, la pareja traza la trayectoria del futuro de su relación. Desarrolla actitudes y hábitos que son influenciados por sus intereses y los consejos que recibe de los hermanos mayores de la iglesia.
Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días (Job 1:5).1
Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado (1 Samuel 3:13).
Las ancianas (…) enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la Palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3-5).
Cuando nuestros hijos salen de la casa para formar sus propios hogares, rompemos lazos y, a la vez, adquirimos nuevas responsabilidades. Hay lazos rotos, en el sentido de que tus hijos te dejan (Génesis 2:24). Y, según Tito 2, tienes una nueva responsabilidad de enseñarles a tus hijos recién casados a ser buenos padres.
Les fallas a tus hijos si no logras el equilibrio correcto entre permitir que “dejen padre y madre” emocional y físicamente y enseñarles las lecciones vitales de Tito 2. El ejemplo piadoso de Job de preocuparse por sus hijos debe motivarte. Por otro lado, Elí, a pesar de su piedad, les falló a sus hijos casados y a Israel, y su vida nos deja un ejemplo del juicio sobre los padres que no cumplen con sus deberes hacia sus hijos casados.
Hay mucho en juego. Durante los primeros años de matrimonio, la pareja traza la trayectoria del futuro de su relación. Desarrolla actitudes y hábitos que son influenciados por sus intereses y los consejos que recibe de los hermanos mayores de la iglesia.
El matrimonio es un compromiso enorme. Pareciera que Dios toma un gran riesgo al confiarles la institución sagrada del matrimonio a personas sin ninguna experiencia. También pareciera un riesgo que el ser humano, con tantas debilidades, se comprometa a otra persona por el resto de su vida, por atractiva que sea esa persona. Con todo, Dios ha hecho que sea posible establecer hogares exitosos a pesar de que lo forman jóvenes sin experiencia. Su felicidad dependerá del compromiso incondicional que tengan el uno con el otro y, en parte, de su capacidad de recibir y poner en práctica el consejo sabio.
¿Quiénes son los que mejor pueden aconsejar a los esposos jóvenes si no son los mismos padres que los criaron? Sin embargo, Dios sabe que habrá situaciones en que los padres no estarán presentes o no serán calificados; por tanto, no especifica que solamente los padres pueden ayudar, sino también otros hermanos y hermanas fieles de la iglesia. De hecho, a toda la congregación le interesa el éxito del nuevo hogar.
¿Cuál es el mejor momento para dar consejos? ¿Y qué tipo de consejos necesita la pareja recién casada? Comienza con los temas básicos como el carácter y los oficios domésticos. Pablo instruye a Tito a ser sobrio. Cuando usa la palabra “enseñar (…) a ser sobrios” en Tito 2, significa cumplir con su deber, exhortar sinceramente, hasta devolverle el sentido. Al parecer, las parejas casadas a veces necesitan consejo; los ancianos de la iglesia llevan la responsabilidad de dárselo.
Uno de los deberes de las ancianas es enseñar a las hermanas jóvenes a “ser (…) prudentes”. Vivimos en una sociedad audaz en que ningún tema es tabú. Es posible que la pareja recién casada, en su inmadurez, hable con sus amigos sin discreción, pero los mayores deben enseñarles a los jóvenes a ser prudentes. La pareja prudente buscará a sus padres piadosos o a los hermanos fieles de la iglesia para pedir información y consejo sobre las relaciones íntimas del matrimonio.
Dios manda a las ancianas a enseñarles a las jóvenes a amar a sus maridos y ser castas. Estas dos virtudes son la respuesta a un problema común. Por diseño de Dios, una relación de amor profunda y verdadera entre el hombre y su esposa crece cuando la guardan dentro de los confines de la exclusividad matrimonial. Las hermanas mayores que gozan de un matrimonio estable y feliz pueden aconsejar a la esposa joven y advertirle del peligro de relacionarse sin reserva con otros hombres. Cuando la esposa expresa su amor exclusivo y se reserva para su esposo, crece su amor y reverencia hacia él.
La palabra casta no solamente significa pura, sino también modesta y libre de carnalidad. Las hermanas mayores deben enseñarle a la esposa joven a conducirse de una manera que impone respeto.
Pablo no ignoraba el instinto materno cuando mandó que les enseñaran a las jóvenes a amar a sus hijos. Evidentemente hay que afinar y disciplinar los instintos naturales en maneras prácticas, en cómo ser mujer de hogar. ¡Cuánta necesidad hay de madres amas de casa! El mundo necesita madres que entienden, antes del nacimiento de su primer hijo, la confianza sagrada que se les ha entregado y que esta vale más que cualquier carrera. Necesitamos madres cuyo corazón de amor se abre al esposo y se expande a incluir a todos sus hijos. Violar estos principios bíblicos hace que la Palabra de Dios sea blasfemada (Tito 2:5). Por lo tanto, las hermanas desempeñan un papel fundamental en preservar el testimonio de la iglesia.
Si bien muchas de las directrices de Tito 2 se dirigen a las hermanas mayores, al mandarlas que les enseñen a las jóvenes, las exhortaciones a Tito como líder de la iglesia indican que las mismas reglas se aplican para orientar a los jóvenes recién casados y los padres con hijos pequeños. Parece una prioridad que los jóvenes aprendan a ejercer buen juicio y tener dominio propio, “a ser prudentes” (Tito 2:6).
Los líderes de la iglesia pueden beneficiar a muchas parejas a la vez si predican mensajes prácticos sobre la relación entre esposo y esposa, la crianza de los hijos y el manejo de las finanzas del hogar. Hay también situaciones apropiadas para las hermanas mayores de dar consejos a un grupo de hermanas jóvenes. Sin embargo, el consejo muchas veces tiene mayor efecto cuando se da de manera personal y, en cuanto a ciertos consejos privados, es la única manera apropiada o eficaz.
La pareja joven que es sabia pide consejo en cuanto a la crianza de sus hijos, y sus padres se lo ofrecen con discreción. Se debe tomar en cuenta dos cosas respecto de sus métodos de crianza: 1) ¿Cómo fue la crianza de la pareja? Es mejor animarlos a que armonicen sus ideales y métodos de criar a sus hijos que exigirlos que sigan tu ejemplo. 2) ¿Qué podrán aprender mejor por experiencia que por tu consejo? Los hijos son resistentes y hay muchas cosas que no hay que corregir al instante. En muchos casos es mejor dejar que tu hijo trate con el problema por un tiempo antes de que le ofrezcas tus consejos.
A veces los padres se entrometen en asuntos que no son su responsabilidad según Tito 2, y así impiden el bien que deben hacer. Se entiende que los padres quieren ayudar a sus hijos a superar económicamente, pero Pablo no dice que esto es su responsabilidad. Te pueden preocupar las decisiones de tus hijos respecto de su trabajo, en qué comunidad vivir o en qué campo de servicio cristiano trabajar, pero a fin de cuentas son decisiones de ellos y generalmente están fuera de las responsabilidades que Dios te dio.
No intervenir en asuntos que no te corresponden es tan importante como actuar cuando debes hacerlo. “Dejar a padre y madre” tiene la misma importancia para el hombre casado como el “unirse a su mujer”.
Tu nuera será diferente de la madre de tu hijo y posiblemente tenga debilidades que te molesten, pero si ella desea llegar a ser la mejor esposa para tu hijo, tendrá que desarrollarse sin que tú intervengas.
También tu yerno será el factor principal que determine qué clase de hogar formará con tu hija. Podrás sentir que tu hija ya está fuera de tu control y está llegando a ser más como él, adoptando sus valores. Así debe ser. Quizás te preocupen algunas de sus decisiones y observes que tu hija acepta sus valores. Hay asuntos que te interesaba advertirle a tu hija durante el noviazgo, pero ya que están casados no te corresponden. Conténtate de que ella se está adaptando bien. Hay motivo por qué Dios planeó que se casen siendo jóvenes inexpertos y flexibles.
Una buena regla que seguir al relacionarte con tus hijos es la siguiente: Si las decisiones de tu hijo causan preocupación en la hermandad, quizás tú seas la mejor persona para enfrentarlo. Si mantuviste una relación íntima con tus hijos cuando vivían en tu hogar, debes ser la persona que mejor les puede ayudar con su debilidad. Debido a tu relación de confianza con tu hijo, quizás veas su necesidad antes de que la descubra toda la hermandad y así puedas ayudarle con anticipación.
A veces los recién casados se vuelven descuidados y cometen el error de pensar que sus nuevos privilegios incluyen libertades inapropiadas. Si ves que después de casarse tu hijo cambia su manera de vivir de tal forma que se aleja de la iglesia, es tu deber llamarle la atención.
La otra parte de la regla antes mencionada es que, si tus hijos hacen algo que no sea tu preferencia, pero no le preocupa a la hermandad, es mejor que no te preocupes tampoco. A veces será difícil saber si debes intervenir o no, porque puede haber excepciones a la regla. Y a veces los hijos ven la necesidad del consejo de los padres y lo piden, pero si no, por lo general debes limitarte a enfrentar asuntos que afectan a la hermandad.
Según Tito 2, lo que se les debe enseñar a los jóvenes es básico: las cualidades de carácter y los quehaceres domésticos. Tito 2 enseña cómo debe funcionar la hermandad. Cuando cumples con tu responsabilidad de enseñarles a tus hijos casados, debes hacerlo en base de una relación entre hermanos en vez de una relación entre padre e hijo. Cuando te relacionas con tus hijos adultos con tal respeto, ellos te respetarán y recibirán bien tus consejos. La fe pasa de una generación a otra, y la relación entre padres e hijos casados comienza una nueva etapa.
~Dallas Witmer