El Dios omnipotente, omnipresente, y omnisciente

El esfuerzo por conocer a Dios es un verdadero reto para el ser humano. En lo que se refiere a sus atributos, es imposible conocerlo por completo. Pero la perfeccion de Dios resalta en su ominipotencia, su omnipresencia, y su omnisciencia. ¡Qué Dios más maravilloso!

El esfuerzo por conocer a Dios es un verdadero reto para el ser humano. Más bien, en lo que se refiere a sus atributos, es imposible conocerlo por completo. Como ya hemos visto en esta serie, Dios es incomprensible. Es tanto más grande que nosotros que lo más sabio del hombre no alcanza ni siquiera la insensatez de Dios (1 Corintios 1:25).

Además, hemos visto que Dios es inmutable y eterno. Estos puntos también hacen resaltar la realidad de que Dios es tanto más grande que nosotros. En este artículo queremos seguir con este enfoque, notando tres aspectos más de Dios que muestran su grandeza e incomprensibilidad.

Dios es omnipotente, omnipresente, y omnisciente. Cabe ofrecer una definición de estas palabras, aunque se utilizan mucho en el lenguaje religioso. Todas comienzan con el prefijo omni, una palabra del latín que significa “todo”. Por ejemplo, un omnívoro es un ser que come de todo. La palabra omni-direccional significa “toda dirección”. Ahora bien, tenemos tres palabras con el prefijo omni, que describen a Dios y significan que, en estos campos, Dios es capaz de todo. También podemos decir que la perfección de Dios resalta en estos campos.

Dios es omnipotente

Dios es todopoderoso. Todo lo puede. No hay nada que le sea difícil (Jeremías 32:17). Él es perfecto en poder.

Dios es el creador de todo lo que existe. Pero, no tuvo que trabajar arduamente para realizar su obra. Dios sólo habló y se cumplió su palabra. “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. Él junta como montón las aguas del mar; él pone en depósitos los abismos. Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de él todos los habitantes del mundo. Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:6-9).

Únicamente para la creación del hombre hizo Dios algo más que hablar. Desde la creación de luz hasta la creación de los animales y los minerales, todo comenzó a existir por la palabra hablada de Dios.

No fue que Dios solamente hizo todas las cosas. Cuando él habló, las cosas comenzaron a funcionar de la mejor manera en perfecta armonía. Las plantas fabrican su propio alimento por medio de la fotosíntesis. Nadie tiene que programarlas para que suceda. Los animales se reproducen según su género. Además, cada célula contiene el manual necesario para replicar todo el cuerpo. ¡Qué poder más admirable!

Este poder creador significa que Dios puede hacer cualquier cosa que él quiere. Cuando quiere hacer algo, sólo tiene que declararlo y se cumple.

Sin embargo, esto no es todo. Dios no solamente es creador; él también sustenta todas las cosas. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:1-3).

 Esto significa que si Dios sólo retrajera su palabra o cambiara su mandato, todo se acabaría. Al meditar en esto, concluimos que todos dependemos completamente de Dios. No solamente el ser humano depende completamente de él, sino también todo el universo. Esto nos da una idea de lo que significa la omnipotencia de Dios. Él puede hacer cualquier cosa que quiera; hizo todo el universo por su palabra, y por su palabra sustenta y sostiene toda la creación. Sin él no existiera la vida.

Fue a base de este atributo que Dios estableció su pacto con Abraham (Génesis 17:1-22). Su omnipotencia establece la firmeza de sus promesas. A cambio de que Abraham cumpliera sus requisitos, Dios le prometió lo siguiente:

  • una gran descendencia.
  • que entre sus descendientes habría reyes, y que sería un pueblo influyente.
  • ser su Dios.
  • darle la tierra en que el estaba.
  • darle un hijo.
  • que de su descendencia serían benditas todas las naciones de la tierra, lo cual se cumplió en Cristo.

Dios es todopoderoso, lo cual le daba la autoridad para prometer todas estas cosas. También le daba la autoridad para pedir las condiciones que exigió de Abraham.

Esto significa que cuando Dios promete algo, lo hace. Podemos esperarlo con toda confianza. Nada es demasiado difícil para él, ni existe nada que le impida cumplir con su palabra.

Podemos confiar completamente en Dios. No hay razón de dudar de él. Podemos descansar en la realidad de que nuestro Padre lo controla todo y con sólo hablar, puede hacer cualquier cosa.

Sin embargo, para el que no sigue los caminos y la voluntad de Dios, el hecho de que Dios es omnipotente debe ser una advertencia. Ese mismo Dios castigará la maldad.

Dios es omnisciente

Dios lo sabe todo. No hay nada que le sea encubierto o un misterio. Su conocimiento es perfecto.

Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender” (Salmo 139:1-6).

Dios sabe lo que para el ser humano está oculto. Él sabe aun lo que vamos a hablar antes de que nosotros lo pensemos. Esto es muy obviamente un conocimiento sobrenatural, un entendimiento que va de la mano con la omnipotencia. Es una comprensión perfecta, un conocimiento completo. No hay ninguna falta en ella.

“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?” (Isaías 40:12-14).

Aquí claramente se relaciona el conocimiento de Dios con su poder. Nos recuerda de cuán fácilmente Dios creó todo, planificándolo a la perfección. Luego hace la pregunta, ¿quién le enseñó a Dios a hacerlo?

Nosotros tenemos que reconocer que siempre podemos aprender más. Siempre hay algo que no entendemos, o que no sabemos. Pero, para Dios es imposible aprender algo nuevo. No se le puede añadir nada a su conocimiento, pues todo lo sabe.

La última oración de los versículos anteriores hace resaltar el hecho de que no es solamente en relación con el mundo físico que el conocimiento de Dios es perfecto. También lo sabe todo respecto a la moralidad y la justicia. Dios es perfecto en la prudencia, la sabiduría práctica de la vida. Dios siempre sabe cuál es la mejor decisión y cómo mejor conducirnos. Esto tiene implicaciones obvias. En lo que Dios dice, él siempre tiene la razón. Siempre es lo mejor. ¿Cuán - tas veces no preferimos nuestra propia idea al consejo de Dios? Si podemos confiar en que él es omnisciente, en que de verdad lo sabe todo, también podemos confiar en que su consejo respecto a lo que enfrentamos es lo mejor para nosotros.

La omnisciencia de Dios también implica que no podemos esconder nada de él. Si le desobedecemos, él lo sabe. Más bien, ya lo sabía antes de que lo hicimos. No hay forma de engañarlo.

Así que, si Dios todo lo puede y todo lo sabe, no hay razón de esperar que no cumplirá su palabra.

Dios es omnipresente

Dios está en todo lugar, en todo momento. Su presencia no tiene ninguna limitación.

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmo 139:7-10).

“¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cie lo y la tierra?” (Jeremías 23:23-24).

De los tres atributos de Dios que estamos viendo en este artículo, quizá éste sea el más difícil de comprender. Nuestra existencia se define por el espacio tridimensional. Todo tiene altura, anchura, y profundidad. Por lo tanto, todo ocupa cierto límite de espacio. Si estoy aquí, no estoy allá. Si algo está lejos, no está cerca. Concebir algo que está en todo lugar en todo momento es imposible.

Pero Dios sí está en todo lugar en todo momento. Además, notamos que no habla solamente de esta tierra. El Salmo 139 habla del Seol o el lugar de los muertos. En Jeremías 23:24, Dios dice que llena el cielo también. ¡Cuán grande es nuestro Dios! Dios no está sujeto a las limitaciones del espacio ni del tiempo. Él puede estar con cada uno de nosotros a la misma vez.

Obviamente, esto significa que no podemos escondernos de Dios. No podemos hacer nada sin que él lo vea. Si tenemos deseos de hacer lo malo, esto debe hacernos sentir incómodos. Pero, si estamos a cuentas con Dios, y lo servimos, podemos sentir un gran consuelo. Dios está a nuestro lado; él ve el esfuerzo que hacemos y sabe la intención de nuestro corazón. Dios está presente en cualquier lugar en que nos encontramos. ¿Cuántas veces se oye decir: “Si yo tan solo hubiera estado allí” o “Lástima que tú no estabas”? Pero Dios siempre está presente y podemos acudir a él en cualquier momento.

Si combinamos estos tres atributos o cualidades de Dios y consideramos lo que esto implica para nosotros, debe producir varias respuestas en nosotros.

Temor: Ante tan gran Dios ¿cómo puedo desagradarle? No puedo hacer nada sin que él lo sepa y me vea. Tiene toda la capacidad de castigar lo malo. Así que, es necesario andar con cuidado. Yo soy débil, ignorante, y muy limitado. ¿Cómo, pues, me atrevo a oponerme a este gran Dios?

Consuelo y ánimo: Este Dios tan grande y perfecto desea ser nuestro Dios y nuestro Padre. Con él a nuestro lado ¿qué razón hay de temer? No hay ninguna situación en la que él no nos pueda proteger. No hay cosa buena que no nos pueda dar. Con su conocimiento, sabe lo que es mejor para nosotros. Así que, podemos estar seguros de que seguirle a él es lo mejor. Nunca estaremos solos. Aun si tenemos que pasar por graves peligros, Dios está con nosotros.

Adoración: La grandeza y perfección de Dios demostradas en sus atributos, son extremadamente admirables. No existen palabras que puedan darle significado a su grandeza y perfección. Él tiene poder verdaderamente ilimitado, conocimiento perfecto, y ninguna limitación de espacio ni de tiempo. ¿Quién puede oponerse a este ser tan grande? Nadie puede hacerlo y vencer. Nadie puede engañarlo ni contradecirlo. Nadie puede esconderse de su presencia ni hallar un lugar en que no esté presente. No queda más que inclinarnos y adorar.

Es imposible darle fin al tema de la grandeza, la majestad, la perfección, y el conocimiento de Dios. Nos faltan palabras para describirlo. Nuestra limitada mente humana es incapaz de entender más que sólo sus bordes. “He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; ¡y cuán leve es el susurro que hemos oído de él! Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?” (Job 26:14).

Entre más grande, perfecto, e incomprensible es Dios, tanto más digno de confianza es él. Si Dios fuera sólo un hombre sobresaliente, sería limitado. Pero dado que Dios no tiene ningún límite, podemos echar toda nuestra ansiedad sobre él (1 Pedro 5:7).

 

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Detalles
Idioma
Español
Número de páginas
4
Autor
Ronald Yoder
Editorial
Publicadora La Merced
Temas

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