Dios no ha olvidado hablar de las necesidades de los adultos solteros en su orden de autoridad, aunque quizás nosotros sí lo hayamos hecho.
La mayoría de lo que escuchamos en nuestras iglesias respecto del orden de autoridad de Dios se ajusta bien al molde normal de las cosas. Escuchamos mucho de la estructura familiar bíblica donde los padres son la cabeza de sus hijos y el esposo es la cabeza de su esposa. Esto es comprensible, pues la gran mayoría de nosotros estamos casados, somos padres o somos menores de edad que vivimos en casa.
Pero ¿dónde deja esto a los pocos que no se casan? Dios no ha olvidado hablar de las necesidades de los adultos solteros en su orden de autoridad, aunque quizás nosotros sí lo hayamos hecho.
Sufrimos el fruto de este descuido. Muchos de los solteros entre nosotros han hallado su lugar en el orden de autoridad de Dios a pesar de nuestro descuido y viven vidas espirituales fructíferas. Pero a otros no les va tan bien. Cuandoquiera el orden de Dios no es comprendido u observado, sufre más que el que está fuera del orden.
Exploremos los pasajes de las Escrituras que se refieren al orden de autoridad de Dios para los solteros.
Debe notarse que 1 Corintios 11:2–161 se refiere al orden de autoridad, no al matrimonio. Es decir, el pasaje es relevante tanto para los solteros como para los casados. “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer” (v.3). No hay nada aquí que restrinja esta enseñanza específicamente al matrimonio.
En cambio, Efesios 5:22–33 toma los principios del orden de autoridad que se enseñan en 1 Corintios 11 y los aplica a los casados, porque ese pasaje trata sobre el matrimonio. Pero 1 Corintios 11 no se refiere a dicho tema.
Ya que 1 Corintios 11 pertenece a los solteros al igual que a los casados, ¿cómo debemos aplicarlo a ellos? La hermana soltera usa velo y se sujeta a los hermanos. El hermano soltero ejerce autoridad considerada sobre las hermanas, aunque ninguna hermana en particular es el enfoque de su amor y atención especial, como sucede con los casados.
Por varias razones, la mayoría de las necesidades de autoridad que tienen las hermanas solteras no las deben suplir los hermanos solteros, sino los casados. Los casados tienen experiencia “trayendo consigo a una hermana” (1 Corintios 9:5) de una forma que los solteros no tienen. Los hermanos mayores que han sido la cabeza no solo de una esposa, sino también de hijas, están mejor capacitados para ejercer autoridad sobre las hermanas que no tienen un esposo o padre a quien acudir en busca de autoridad cristiana.
Aunque los hermanos solteros fieles forman parte del consenso espiritual de la iglesia y merecen que se les consulte respecto de las necesidades de las hermanas, viola las normas bíblicas de decencia que él o cualquier hermano aconseje a una hermana que no es su esposa, hija ni hermana biológica, si están solos (1 Timoteo 5:1–2).
Filipenses 2:20 hace una declaración en vez de una pregunta. Pablo confiaba que Timoteo “se interesaría sinceramente” por los filipenses. Timoteo no sentiría que Pablo lo estaba cargando injustamente. Él mismo amaba a los filipenses y deseaba hacer lo mejor por ellos.
Pero bien podríamos reformular esta declaración como una pregunta para beneficio de la persona soltera. ¿Quién se interesará sinceramente por tu estado, hermana soltera?
El interés que se da más sinceramente muchas veces es el que se da más naturalmente, y este es el que se recibe más naturalmente. Las hermanas solteras que todavía viven en casa, a pesar de ser adultas, hallan su cabeza natural en sus padres. Pero su padre puede envejecer y hablar menos de las necesidades de su hija. Si la madre fallece primero, puede faltar una parte de la autoridad que él ejercía por medio de ella. Entonces, ¿a quién puede acudir naturalmente?
Hacemos esta pregunta para desafiarnos a los demás más que a la persona soltera. 1 Corintios 11 nos dice que la naturaleza nos enseña algo en cuanto a dejarnos crecer el cabello (v. 14). Quizás algunas otras lecciones que se toman de la naturaleza deben sernos más obvias de lo que a veces parecen. Si tengo una hermana que carece de autoridad cristiana, y que la desea, mi esposa y yo debemos sinceramente interesarnos lo suficiente para dársela.
Aunque nuestra preocupación puede nacer naturalmente, es una actitud que debemos escoger, como también lo es el amor ágape. Pero, hermana soltera, la actitud que tú escoges respecto de recibirla también es importante. ¿Deseas estar bajo autoridad? ¿Lo buscas? ¿O te resulta más fácil no tener un esposo a quien tengas que darle cuentas?
Necesitas estar bajo autoridad. 1 Corintios 11 no les habla específicamente a los casados. Es posible que debas buscar la autoridad que necesitas más que tus hermanas casadas que naturalmente hallan su autoridad en su esposo. Y, cuando te ofrecen dirección, tú escoges aceptarla, aunque las consecuencias naturales de rechazarla posiblemente no sean tan obvias como cuando tu hermana casada rechaza a su cabeza.
El orden de autoridad es la manera en que Dios organiza los asuntos. Él creó el cuerpo humano y lo utiliza para ilustrar cómo funciona entre los hombres su orden establecido. Lee la alegoría del cuerpo en 1 Corintios 12:13–31 para comprender mejor el orden de autoridad. Veamos algunos extractos.
El cuerpo es uno (…) Dios ha colocado los miembros (…) en el cuerpo, como él quiso (…) La cabeza [no puede decir] a los pies: No tengo necesidad de vosotros (…) Los miembros (…) que parecen más débiles, son los más necesarios (…) Dios ordenó el cuerpo (…) Los miembros todos se [preocupan] los unos por los otros (…) Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él.
Por lo visto, Dios quería que la belleza del orden de autoridad que él estableció en 1 Corintos 11 se comprendiera correctamente y, por lo tanto, nos dio esta alegoría en el próximo capítulo, 1 Corintios 12.
El orden de autoridad bíblico se distingue de la organización mundana por la unión que ofrece entre cabeza y cuerpo. También por la seguridad de que, si permanecemos en nuestro lugar, somos uno con la cabeza sobre todo, Jesucristo.
Aunque las mujeres pueden sentirse tentadas a temer la sumisión dentro del orden de autoridad de Dios, Pedro les dice que no deben temerle (1 Pedro 3:6). El orden de autoridad es una relación amorosa. Es posible que haya mucho temor en la sumisión fuera del orden de Dios, pero dentro de tal orden no hay temor. Aquí todos se preocupan el uno por el otro. Aquí hay compasión, hasta empatía. La cabeza no menosprecia ni al miembro más bajo.
Por lo tanto, hermana, busca el orden de autoridad bíblico y sujétate. Allí prosperarás.
Buscar a un hombre que diga lo que deseas escuchar no es sumisión al orden de autoridad bíblico. Apoyarte en otra hermana como tu consejera principal no es bíblico, a menos que ella te comunique el consejo de su esposo. Las hermanas mayores ofrecen mucho que debemos aprender (Tito 2:4), pero cuando necesitas estar bajo autoridad, debes hallarla en un hombre.
Rechazar el liderazgo de cualquiera que “sinceramente se interesa por ti” no es correcto. Esto incluye a padres y hermanos, pero también habla de autoridad de la iglesia en cualquier medio que puede llegar a ti. Aun los jefes, autoridades civiles y juntas escolares se interesan por ti sinceramente. No tengas fama de que eres difícil de dirigir o corregir.
Las personas difíciles de dirigir llegan a ser difíciles de amar. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas” (Isaías 53:6). Ninguno de nosotros era fácil de amar cuando “Cristo, (…) murió por los impíos” (Romanos 5:6). Pero ahora que somos redimidos, nosotros, al igual que Cristo, debemos escoger amar sacrificialmente a quienes queremos salvar.
Hermano soltero, nota cuidadosamente que la mayor causa de una personalidad desagradable es su aversión para escuchar a otros. Cuando es obvio que no te gusta lo que tus hermanos te quieren decir, se desarrolla un ciclo vicioso. Hallan más fácil convencerse de que no es su deber decirte lo que ya saben que no deseas escuchar. Un hermano puede decir de una hermana que se resiste: “Ella no es mi esposa. Que otro le diga lo que debe escuchar”. Entonces, ya que no recibes la ayuda que necesitas; te conviertes en una persona aún más difícil de amar.
Sin embargo, mi hermano cristiano, si nadie se interesa por ella sinceramente lo suficiente para enfrentarla, sus características no fraternales se arraigarán aún más. Cada vez menos personas estarán dispuestas a ofrecer la autoridad que ella necesita tan desesperadamente, y su personalidad, sin hablar siquiera de su espiritualidad, se empeorará. Por lo tanto, levántate para enfrentar tu deber como hombre. Considera el estado de aquellos que Dios ha traído a ti. Si en el orden natural de las cosas, ninguno está más cerca de la persona necesitada, interésate sinceramente por su estado. No importa si no es tu esposa. 1 Corintios 11 no se refiere específicamente al matrimonio. Tú tienes un deber. Si lo evitas, ¿quién lo hará? Ama como amó Jesús. Tu amor puede redimir a otra persona, como Jesús te salvó a ti.
Hermano soltero, la mejor manera de suavizar la corrección que necesitas es que la pidas. Cuando te corrijan, no resistas de ninguna forma, sino agradece. La corrección muchas veces lleva algo de tiempo para comprender, asimilar y apreciar, pero solo es necesaria cierta autodisciplina para escucharla, sonreír y luego agradecer al que te corrigió. En la mayoría de los casos, tendrás tiempo adecuado para orar respecto del asunto, meditarlo y luego aplicar lo que aprendas. Conforme llega a ser una parte de ti, las personas pronto olvidarán tus errores y solamente apreciarán la persona en quien te has convertido. Así, el bien social y espiritual que recibes de tu cabeza te nutre y te beneficia de manera muy similar a cómo los casados se compensan y se benefician.
Ninguna organización mundana es tan buena que nadie “cae por las grietas”. Aun cuando las intenciones son las mejores y se ofrecen los mejores beneficios, alguien se pasa por alto o se le sirve menos de lo que se debería. Lo bueno es que el cuerpo es superior a cualquier organización. En el cuerpo de Cristo, que funciona bajo su autoridad, nadie “cae por las grietas”. Como el hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido, nosotros, sus agentes, buscamos a los que necesitan su amor y enfrentamos nuestros deberes menos convenientes para asegurar que se les sirve. No nos damos por vencidos con ningún miembro.
Cuando la autoridad se ofrece con amor y se recibe con sabiduría, es bien recompensada. El cuerpo se beneficia igualmente de los solteros como de los casados. En algunos casos, el beneficio es mucho mayor (1 Corintios 7:32–34). Algunos han llegado a ser más una carga que una ayuda, pero esto es solamente porque no nos interesamos tan sinceramente por nuestros hermanos solteros al igual que por nuestro cónyuge, otras personas casadas o nuestros hijos. Por otro lado, aquellos que han hallado su lugar en el orden de autoridad de Dios, ya sea solos o con nuestra ayuda, muchas veces nos sobrepasan a los casados en la bendición y el servicio que han sido al cuerpo de Cristo.
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El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usado con permiso.