El cristiano y el discipulado

En las iglesias de hoy día, se habla mucho del discipulado del creyente. En las librerías cristianas se hallan muchos libros sobre el tema. Pero, ¿será posible que en nuestro intento de entender y tratar este tema, hemos perdido el verdadero significado de la enseñanza de Jesús?

Las iglesias de hoy constantemente luchan en contra de la decadencia y el enfriamiento espiritual. Se ve una tendencia hacia la pérdida de vida, poder, y entusiasmo espiritual para caer en el formalismo muerto y las teorías religiosas.

Esta tendencia no es nueva. A través de toda la historia se ve que la iglesia cristiana ha pasado por ciclos. Se han levantado iglesias con mucho poder y vigor, pero con el tiempo, han caído en el formalismo y luego vinieron a ser sólo otra iglesia más.

Los pastores, en tales casos frenéticamente tratan de parar esta tendencia con idear nuevos programas y actividades sociales que sólo prolongan un poco los movimientos de las iglesias en sus últimos suspiros.

¿Tenemos que pensar que así va a ser el futuro de nuestra iglesia también? O, si nuestra iglesia ya está muerta, ¿hay esperanza de que vuelva a vivir?

Si estudiamos la iglesia del Nuevo Testamento y las iglesias exitosas de la historia, sobresalen algunos principios fundamentales que las conducían al éxito espiritual. Si ha de perdurar la iglesia tenemos que apegarnos a los principios que Dios nos ha entregado.

Una de ellas es la doctrina del seguimiento a Jesús en la vida diaria.

Creo que muchas iglesias de hoy cometen un grave error que les está llevando a un gran fracaso. Se enseña el “nuevo nacimiento” y el “discipulado” (el seguir a Jesús en la vida) como dos cosas separadas. Se cree que es posible gozar del nuevo nacimiento aparte de comprometerse a la vida del discipulado. Tenemos que reconocer el error de esta idea. La Biblia enseña claramente la absoluta necesidad del nuevo nacimiento para entrar en el reino de Dios. “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Es tontería creer que podemos edificar iglesias sin el nuevo nacimiento. Cometemos un grave error cuando aceptamos en la iglesia a personas que supuestamente han nacido de nuevo, pero no dan evidencias de seguir a Jesús en su conducta diaria. La Biblia enseña que el “nuevo nacimiento” es el mismo paso que nos saca del pecado y nos hace “discípulo” de Jesús. No existe tal cosa como un cristiano que no sigue a Jesús en la vida diaria. No podemos tener el uno sin el otro. El nuevo nacimiento es un nacimiento a una vida de discipulado. Si no hay discipulado no hubo nacimiento. “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20).

El movimiento anabaptista del siglo dieciséis (uno de los movimientos cristianos más destacados de la historia) enseñaba lo siguiente: “El nuevo nacimiento no tiene ni propósito ni valor si no nos lleva a un compromiso personal a seguir en pos de Jesús en la vida diaria. Este compromiso es parte del nuevo nacimiento, y aparte de él, no hay nacimiento”.

Jesús dijo en Lucas 14.27: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discipulo”. El seguimiento a Jesús nos lleva a la cruz. Allí voluntariamente aceptamos la muerte de nuestra propia voluntad, para vivir la voluntad de Jesús.

Cuando nacemos a esta vida de “seguimiento a Jesús” recibimos tres bautismos. Primero, el bautismo con el Espíritu Santo que es la fuerza espiritual que efectúa en nosotros el “nuevo nacimiento” y que da el poder de “seguir a Jesús” en las situaciones prácticas de la vida. Luego, sigue el bautismo con agua que es un testimonio público del pacto que hemos hecho con Dios de seguirle a él en la vida junto con su pueblo. En tercer lugar, la Biblia habla de un bautismo de fuego. Esto habla de las situaciones en la vida que ponen a prueba la realidad de nuestra vida espiritual. En estas situaciones de prueba se ve si en realidad hemos “nacido de nuevo”. Exactamente aquí, es donde la fe se hace práctica. Si en las situaciones diarias no mostramos las actitudes y las reacciones de Jesús, es dudable que seamos hijos de él. ¿Qué hacemos cuando:

  • en el hogar los niños ponen a prueba nuestra paciencia o tenemos un desacuerdo con nuestro cónyuge?
  • cuando un hermano dice algo ofensivo?
  • cuando el vecino abusa de la confianza?
  • cuando alguien nos maltrata? (Mateo 5:38-48; Romanos 12:17-21; I Pedro 2:21-23).
  • en el negocio podríamos ganar un poco más si no dijéramos toda la verdad?
  • en un aprieto, podríamos salir libres si dijéramos una mentirita piadosa? Apocalipsis 21:8; Efesios 4:25.
  • pasa delante de nosotros una muchacha media desnuda?
  • cuando a nuestro alcance hay revistas y libros deshonestos?
  • pudiéramos ir al cine que estimula las pasiones carnales? (Mateo 5:28; Filipenses 4:8; I Tesalonicenses 4:3).
  • se nos obliga prestar juramento? (Mateo 5:34-37; Santiago 5:12).
  • la moda pide que vistamos de manera que no se ajusta a la sencillez y la honestidad? (I Timoteo 2:9; I Pedro 3:3-4).
  • nos damos cuenta de una persona que tiene necesidad económica? (I Juan 3:17; Santiago 1:27, 2:14-17).

La lista sigue. En estas situaciones prácticas de la vida mostramos si seguimos a Jesús o no. Aquí se prueba si realmente somos cristianos.

Se oye mucho de la necesidad de prepararse para ser fieles en la persecución. Esto es correcto. Pero, ¿cuándo oímos de la necesidad de ser fiel a Dios en las situaciones comunes y corrientes de cada día? En tales situaciones realmente se prueba el poder de Cristo para hacernos nuevas criaturas. En un momento de ilusión o emoción, muchos pudieran morir por una causa. Pero sólo el que ha “nacido de nuevo” puede diariamente vivir el carácter de Jesús en cada situación.

En el día de hoy muchos supuestos cristianos consideran que esta enseñanza es legalismo y fanatismo. Pero la Biblia y la misma historia nos dicen que si no creemos, vivimos, y predicamos el seguimiento a Jesús en la vida diaria somos apóstatas.

No es ningún secreto que muchas iglesias de hoy están presentando un cuadro que carece de poder, de santidad, y de credibilidad. Si no volvemos a comprometernos a seguir a Jesús en la vida; si no exigimos esto de los miembros de las iglesias, no hay más remedio para corregir el rumbo fracasado que llevamos. Jesús todavía dice a los que de veras lo quieren seguir: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. ¿Ha tomado usted en serio este mandamiento de Jesús?

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Felipe Yoder
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Publicadora La Merced
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