Mientras escribo esto, el mundo se tambalea por el COVID-19, también conocido como coronavirus. Mi esposa y yo nos encontrábamos a 4.000 kilómetros de casa cuando golpeó la crisis. En un mes, ya no era el problema de un país, sino que se había convertido en una amenaza mundial.
Dios es un Dios fiel. Por eso podemos confiar en él. Él es el mismo hoy y para siempre. Siempre será constante, firme, verdadero, seguro, y leal. Como hijos suyos, podemos gozar cada día de su fidelidad. Sea cual fuera la circunstancia, él permanece fiel y no nos abandonará.
La certeza de que llegarían a ser realidad las promesas que Dios le había dado; el convencimiento de que los valores de Egipto y los valores del pueblo de Dios eran irreconciliables, y que no sería posible abrigar ambos; el escoger luego el valor que tenía más peso. Esto se llama FE.
La santísima fe es mas que hablar y entender la Biblia. Esa santísima fe no es algo mágico, ni fácil, ni cómodo. Esa fe nos es dada cuando obedecemos la Palabra de Dios y practicamos la voluntad de Dios en nuestra generación.
¿Es una desgracia no saber o no entender el porqué de una circunstancia? ¿Tendrá Dios un propósito para nuestro bien en ocultar las respuestas? Aprendemos la disciplina de callar y reconocer la soberanía de Dios en el valle oscuro de las preguntas sin respuesta.